¿Estamos sobre estimulando a nuestros hijos? ¿les estamos dejando disfrutar de su niñez? ¿Afecta el estrés a los niños?
Hace algún tiempo llegó a mis manos un artículo que quería compartir con todos vosotros.
Sin embargo, ha sido este fin de semana, en el Congreso de unas Jornadas Farmacéuticas celebradas en el Ilustre Colegio Oficial de Farmacéuticos de Granada, cuando uno de los ponentes habló del estrés, y decidí que este era el momento, de escribir sobre este tema.
Juan CI, comenzó su ponencia haciendo alusión a los más pequeños, afirmando que, efectivamente no es difícil que un niño de hoy día, esté haciendo tres cosas a la vez: televisión encendida, tablet en las rodillas y móvil de mamá en las manos con el juego de moda.
También, definió el estrés con una pequeña frase muy significativa: “el estrés aparece cuando estamos aquí, pero queremos estar allí”.
Y esta es la realidad, queremos hacer demasiadas cosas a la vez, y lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible.
Volviendo a los más pequeños ¿Afecta el estrés a los niños?
Debemos plantearnos hasta dónde debe llegar la estimulación, las actividades extraescolares encadenadas, los deberes…,
¿Estamos superando la capacidad de sus todavía inmaduros cerebros?
¿Son esponjas y debemos aprovechar desde pequeñitos?
¿Deberíamos poner límites en casa con los juegos electrónicos?
Y lo más importante: ¿Estamos quemando etapas?
¿Les estamos dejando disfrutar de su niñez?
Mamá, no puedo parar los pensamientos que me llegan a la cabeza
Una amiga me comentó hace unos días que su hija, de apenas cinco años de edad, le había sorprendido con este comentario mientras la llevaba a un cumpleaños.
Sentada en su sillita, en los asientos traseros del coche, la pequeña se mostraba agobiada y desconcertada.
No es la primera madre que me comenta algo parecido, pero, en este caso, resulta especialmente significativo el hecho de que la niña considerara que los pensamientos le llegaban de fuera.
Tras descartar todo lo descartable con el psicólogo, la conclusión no se hizo esperar: se trata sin duda de otra niña más, alcanzada por lo que denominamos sobreestimulación o estrés infantil.
Sobreestimulación o estrés infantil
Podemos afirmar sin temor a equivocarnos que estamos asistiendo a la crianza de las generaciones más sobreestimuladas de toda la historia de la Humanidad.
- Hasta hace apenas 50 años los estímulos que recibíamos del exterior eran muy limitados y moderados en relación a los que recibimos hoy en día.
- Se trataba fundamentalmente de estímulos procedentes de nuestro entorno inmediato, familia, amigos: y las pocas horas a la semana que podíamos pasar viendo un canal de televisión en blanco y negro, o escuchando algún programa de radio.
- Hoy, cualquier niño de diez años de nuestro entorno, ha recibido muchísima más información que cualquier otro homo sapiens de los que han pasado por aquí en los últimos 40.000 años.
- Ha visto imágenes de tiranosaurios corriendo por un bosque, cuando hasta hace un siglo ni tan siquiera sabíamos de su existencia.
- Imágenes de peces abisales, animales e insectos de cualquier punto de la tierra, vídeos grabados en la superficie de Marte por un robot.
- Cosas con las que ningún sabio de la antigüedad se atrevió a soñar.
- Estímulos dirigidos a todos sus sentidos: sintetizadores, sonidos y ritmos nunca antes escuchados.
- Alimentos procedentes de los cinco continentes, frutos silvestres del bosque australiano.
En definitiva, un magma de información que podría ser la causa de provocar estrés infantil.
Pero, estos niños, no reciben sólo los estímulos de su entorno habitual, sino que en muchas ocasiones nos empeñamos en “enriquecerlo” y llenar absolutamente todo su tiempo con mas actividades.
Un tiempo libre absolutamente copado, que se combina con histriónicas series de dibujos animados, estridentes partidas de videojuegos en 3D y todo tipo de aplicaciones para llenar sus móviles, tabletas y cabezas.
Necesitan tiempo para aburrirse
Puede parecer algo paradójico, pero necesitamos más que nunca que los niños y niñas tengan tiempo para aburrirse.
Necesitamos que tengan tiempo todos los días para llevar a cabo actividades que no estén previamente estructuradas, organizadas y controladas por normas rígidas y preestablecidas.
Es preciso que tengan la oportunidad de crear sus propias estructuras, normas y parámetros, es necesario tener la posibilidad de explorar, y también la posibilidad de equivocarse.
La sobreestimulación, la constante motivación externa, y el encadenamiento continuo de tareas y actividades programadas les saturan, agobian y ahogan su necesidad de crear.
Todo ello provoca que nuestros niños sufran estrés.
¿Cómo se define el aburrimiento?
Definiría el aburrimiento como la ausencia de motivación que incite a la acción física o mental.
Así pues, si un niño se aburre y desea actuar, tendrá que terminar encontrando o creando sus propias motivaciones. Tendrá en definitiva que automotivarse. Y no les quepa duda de que lo hará.
Un niño o una niña en un parque, con un palito, arena y un par de piedras creará todo un mundo.
Sentado frente a una mesa y con una caja llena de pinzas de tender la ropa, organizará una carrera de coches, desarrollará una batalla o realizará algún tipo de construcción.
Una hoja en blanco, un lápiz y varios rotuladores darán lugar a todo tipo de creaciones…
Los niños y niñas de hoy, más que nunca, necesitan disponer de tiempo no estructurado y dirigido por sus mayores.
La sobreestimulación, la constante motivación externa y el encadenamiento continuo de tareas y actividades programadas les saturan, agobian y ahogan su necesidad de crear.
Recomendaciones para evitar el estrés infantil
Un decálogo que resumiría las principales recomendaciones podría ser el siguiente:
- Procure que sus hijos/as dispongan con frecuencia de tiempo no estructurado. ¡Verdadero tiempo libre!
- Reduzca las actividades extraescolares al mínimo que considere necesario. Priorice y tenga muy en cuenta aquellas que son iniciativa de ellos mismos.
- No se adelante a sus demandas, no queme etapas demasiado pronto. Necesitan detenerse y paladear cada edad y cada etapa. Respete su ritmo de maduración.
- Interactúe y juegue con ellos si se lo piden, pero no organice ni desarrolle las normas.
- Controle el acceso a internet y las nuevas tecnologías. No deben convertirse en prioritarias ni conformar su principal forma de ocio. Establezca horarios.
- Distancie el uso de ordenadores, tablets o teléfonos móviles de la hora de irse a la cama. El sueño es fundamental, y el cerebro necesita un tiempo para volver a la normalidad tras los estímulos recibidos durante el empleo de estos aparatos.
- Supervise las series de dibujos animados que ven. Compruebe si es usted capaz de ver un capítulo y en qué estado se encuentra después. Algunas generan un estado de ansiedad muy apreciable.
- Sus hijos necesitan contacto con la naturaleza. El ritmo que ésta establece actúa como un verdadero bálsamo. Necesitan tocar, oler, sentir y experimentar en espacios abiertos y naturales.
- Controle los ruidos innecesarios. Si alguien quiere ver la tele en casa, escuchar música o discutir, los demás no tienen que compartirlo necesariamente.
- Preste toda la atención posible a sus comentarios, preguntas y observaciones. Nada de lo que dicen es superficial, aunque en un principio podamos no entender lo que están intentando decirnos.
Nuestros niños necesitan cada vez más su tiempo y su espacio.
Esta sobrecarga, hace que se vuelvan hiperactivos, o se muestren desmotivados, mientras su imaginación y creatividad se van mermando.
Les cuesta centrarse mucho tiempo en una misma actividad, y sienten que sus pensamientos se atropellan los unos a los otros.
Debemos entender que en la vida lo más importante, es que lo más importante, sea lo más importante
Este post es una adaptación propia del artículo: “Mamá: no puedo parar los pensamientos que me llegan a la cabeza”, que fue publicado originalmente en Kids and Teens Online por Guillermo Cánovas, director de EducaLike.
¿Afecta el estrés a los niños?
Rotundamente sí, y es nuestra obligación poner todos los medios para que eso no sea así.
«Autocuidado, Salud y Belleza»
Por Inmaculada Vicente María